El genio creativo del siglo XXI

Estoy segura de que la idea del genio creador es una antigüedad pero me encuentro con que aún hoy hay quienes siguen admirando esa imagen romántica del escritor aislado, adicto, sufrido y que deja todo por escribir. Y me parece que es contraproducente.

¿Dónde lo vi a eso del “genio” creador?

Primero un dramaturgo a quien admiro postea una frase de un poeta oriental y lo presenta como “fulanito de tal que se suicidó a los veintipico y escribió esto”. No entiendo, ¿el mérito es el suicidio o el poema? Porque el poema era realmente hermoso, pero ¿por qué aplaudir el suicidio? Me parece peligroso.

Luego, un participante de un taller dice que admira a los clásicos y a la idea del autor recluido para escribir. Palabras van, palabras vienen, concluye que, claro, una cosa es escribir siendo un borracho, soltero y cuarentón en los cincuenta y otra es escribir siendo un comerciante con hijos en el siglo XXI.

Entonces, me encuentro de nuevo con la necesidad de escribir sobre este tema.

Yo creo que la idea de este tipo de genio es antigua y oxidada.

Como dice Kevin Johansen “Incomprendidos somos todos”. La pose del bohemio a mí no me significa ningún mérito. Me parece mucho más admirable quien logra ocuparse de su profesión, su familia, sus amigos y además de sí mismo encontrando los momentos para escribir.

Me pongo a pensar en los escritores y escritoras contemporáneas. No se me ocurre ninguno que no tenga un trabajo con el que se mantiene: profesora de yoga, psicóloga, administrativo, profesores de idioma, docentes en escuelas y universidades…

Es hora de que nos asumamos como los genios creativos del siglo XXI.

Nuestra grandeza no está en ser neuróticos, adictos o solitarios.

Nuestra grandeza está en la capacidad de mantener viva nuestra curiosidad en un mundo en el que todo parece tener una respuesta en Wikipedia. Nuestra grandeza está en mantener la capacidad de asombro frente a lo incomensurable, me refiero a poder sentir la enormidad del mar y maravillarnos con las estrellas. En un mundo que nos quiere con el autoestima por el piso, concentrados en salir bien en la selfie o aplastándonos para que nos dediquemos sólo a producir (y no a ser, sentir y compartir), nuestra grandeza está ahí donde nuestra sensibilidad nos permite seguir creando por el simple y gigante placer del juego.

¿Qué opinás?

Acá podés compartir este post

SUSCRIBITE A MI NEWSLETTER GRATUITO Y RECIBÍ INSPIRACIÓN Y HERRAMIENTAS PARA ACERCARTE AL MUNDO DE LA LITERATURA